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Los profesores son

héroes silenciosos

Quito, 29 de mayo de 2023

 

La situación post pandemia es compleja. El modelo tradicional de enseñanza y aprendizaje, anclado al sistema presencial, necesitó cambios dramáticos, que movió el piso a las instituciones educativas y a sus actores principales: estudiantes, profesores y padres de familia.

 

Nadie quedó a salvo. De un momento a otro hubo que tomar decisiones y actuar de manera diferente, en la línea de las tecnologías de información y comunicación aplicadas a la pedagogía. 

En este contexto, el trabajo del profesorado quedó en aprietos. Su formación tradicional no respondía a las nuevas demandas de los aprendizajes centrados en las tecnologías. Frente a este reto no había muchas alternativas: quejarse ante la falta de conectividad; buscar ayuda cercana de otros colegas también desesperados; ir a la casa de los estudiantes, o tirar la toalla… 

Y el sistema comenzó a caminar gracias al esfuerzo y creatividad de más de 100 000 profesores, que intentaron renovarse o desaparecer. 

La conectividad 

Las escuelas se cerraron y la urgencia llegó con la virtualidad. Ello implicaba estar conectados a la Internet, con celular, Ipad o computador a la mano, para seguir las instrucciones y hacer lo imposible: enseñar y aprender. 

Y el aprendizaje bajo esta nueva modalidad es –y seguirá siendo- el caballo de batalla, porque se da el caso que los docentes no fuimos preparados –salvo excepciones- para trabajar en aulas virtuales, sino bajo métodos tradicionales, donde el profesor, la tiza, la pizarra, el texto y los deberes eran los protagonistas.

La conectividad implicó un desafío mayor: el alumno debió trabajar en ocasiones sin profesor, aunque asistido en ciertos episodios por los padres. Pero, ya no era lo mismo: la pantalla había sustituido a la pizarra y el teclado al cuaderno de notas. El papel del profesor –llamado tutor- había cambiado. ¿Para siempre? 

Estamos ‘formateados” 

No olvido la lectura del libro de Michel Serres “La Pulgarcita”, cuando en un ensayo magistral retrató la nueva sociedad que estamos viviendo. En tono burlesco pero real dijo: “En 1900 la mayoría de los seres humanos del planeta trabajaban en la labranza y el pastoreo; mientras que en el siglo XXI, en este nuevo escolar, un estudiante no vio nunca un ternero, una vaca, un chancho o una nidada…” 

La razón estriba –según Serres- en que el mundo urbano y tecnológico ha sustituido a la tierra y sus relaciones con el mundo. “La ciudad ‘llena’ a gente sin haber vivido la rusticidad de la naturaleza, los animales domésticos, las cosechas, los caminos de la ruralidad, ni experimentado, incluso, la urgencia vital de una moral”. 

Ahora todos estamos “formateados” por la virtualidad, las tecnologías y sus herramientas. La sociedad es un show o espectáculo, y en este tráfago los medios de comunicación digitales se apoderaron de la enseñanza. El uso de las redes sociales es el nuevo paradigma. 

Nadie discute que el libro, la tiza y el cuaderno están en decadencia. Los pulgares han hecho su aparición y han sustituido a la escritura. ¿Es el ocaso de las ciencias cognitivas, en aras del uso lúdico de la imagen, el sonido y todas las aplicaciones juntas? 

La otra realidad 

Desde entonces, las escuelas, los profesores y los estudiantes ya no son los mismos. La realidad virtual había ingresado silenciosamente y diluido a la pedagogía clásica, en contrapunto a la otra realidad -la estructural-, que no había cambiado. 

Así, fue desconcertante descubrir en esta era de la sociedad de información y comunicación, según un estudio de Unicef –Monitoreo del Sistema Educativo, agosto 2020-, que el 21% de los niños ecuatorianos no tienen acceso a servicios básicos fundamentales, como agua potable, saneamiento e higiene, de manera especial en la zona rural. Además, “el 48% de instituciones educativas del sector rural y el 38% urbano no realizan un tratamiento de agua para beber”. 

A este problema estructural se unen otros, como la falta de conectividad en el 30% de las escuelas rurales y urbanas del Ecuador. ¿Cómo ofrecer educación virtual en tales condiciones? ¿Es posible generar calidad con equidad en la educación pública, en especial en los escenarios urbano-marginal y rural? 

Nuevas políticas públicas 

Los profesores en el Ecuador son héroes silenciosos. Trabajan en dos o tres lugares para completar un salario digno, preparan clases y ahora deben actualizarse en tecnologías so pena de no aprobar las continuas evaluaciones obligatorias. 

A esto se añade la poca o ninguna información personalizada sobre los cambios que realiza el organismo rector de la educación -no hay una revista de educación, patrocinada por el ministerio del ramo-, y los papeles que tienen que llenar los docentes para engrosar las estadísticas, a veces inútiles, ocupa una parte del tiempo que debería utilizarse en capacitación. 

El desafío es entonces grande. A nivel macro se necesitan nuevas políticas públicas, que actualicen procesos y objetivos de una nueva escuela –que debe gestarse con urgencia-; la profesionalización continua de los docentes, desde la educación inicial hasta la educación superior; y la inserción activa y militante de las universidades, en la construcción de un nuevo proyecto educativo nacional. 

La institucionalidad escolar debe migrar hacia otros espacios, como la descentralización del currículo, sobre la base de un currículo nacional, y la formación de comunidades de aprendizaje en cada escuela, con la conectividad en el ciento por ciento de planteles. 

El cambio está en las aulas 

Y en lo micro es urgente el desarrollo de nuevas plataformas innovadoras, que combinen lo estandarizado o global con lo nacional, lo presencial, con lo semipresencial y digital, al menos en cuatro ámbitos, como establecen las Pruebas PISA: Lenguaje, Matemática, Ciencias y Resolución de Problemas. 

 

En este contexto, la formación continua de los docentes y la selección rigurosa de los nuevos es emergente. La pandemia ha dejado buenas lecciones: reconocer nuestras fortalezas –que sí tenemos-, y atacar las debilidades.

Cada docente debe ser un líder asertivo, un investigador y lector. Las especialidades tradicionales no bastan. El Dr. Ken Robinson, denominado el mejor profesor del mundo, dijo: “El sistema educativo es anacrónico. Las escuelas matan la creatividad. Hay que reinventar al profesor. Porque enseñar es un arte. Y hay que introducir el arte en las escuelas, entre otras estrategias”.

Fausto Segovia Baus

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